viernes, 4 de septiembre de 2009

LA CABRERA



Apología para La Cabrera
La Cabrera, vieja dama
de majestuosa belleza,
me mira con sutileza
abarcando el panorama.
Desde su altura reclama
el verso que no se ha escrito
le sonríe al infinito
desde su sobrada altura
donde se empina segura
descifrando el manuscrito.

Mágica Villa, el granito,
la roca y piedra te viste,
aparentando lo triste
y lo alegre del circuito.
San Antonio tan bendito
bendice tu comarcal,
y con la brisa triunfal
hoy danza tu caserío,
con el calor, con el frío
de una gracia escultural.

La Cabrera es eternal
para el eterno remoto,
es el paisaje devoto
de algo sobrenatural.
Se crece en su pedestal
de manera fascinante,
Pico de la Miel galante
ante la dama se inclina
regalando su colina
al humilde visitante.

El silencio es aplastante,
es raudo, fiel, cauteloso,
es sonido de lo hermoso
que miras en lo distante.
El bajío impresionante
nos deja ver la estatura
de una mística escultura
esculpida y cincelada
por la varita del hada
que se forja su armadura.

Mi pluma por ti perjura
un encuentro en primavera,
nada como La Cabrera
para sentir la ventura.
Ciudad antigua y futura
sensible, hermosa, gallarda,
tu silueta me resguarda
con un singular escudo
cuando el verso queda mudo
y la vida se retarda.

Eres la mirada parda
de las nubes desde el cielo,
eres un pájaro en vuelo,
eres el banco que aguarda.
Tu eres la brisa que tarda
en bajar y abrirse paso,
dama vestida de raso
que en el invierno me abriga
tu, La Cabrera, mi amiga
me acompañas en mi ocaso.

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